Adelante, caballero, sea condescendiente conmigo. Mis delicados dientecitos lo morderán hasta el hueso.

Tan fuerte como tormentosos son los mares.
Tan orgullosa como el grito de un águila.

Una palabra tuya y me levanto la falda y me lo hago aquí mismo.

Y lo noto nacer, creciendo, subiéndome por las piernas, pletórico e inenarrable, azul como el oscuro mar, como la profunda noche.

¿Y si esto fuera todo, y no hubiese nada más? Aún así seguiría viviendo apasionadamente, con fe y esperanza, pues se me ha dado una vida, ¡qué más podría pedir!

La ruta que trepa por tu espalda y desciende por tu pecho hasta tu vientre es el camino a la gloria.

Esos días en los que tu hermana te pega una canción antes de un examen de arqueología, y luego las respuestas suenan en tu cabeza como "las calzadas romanas tenían unas rodadas de tamaño estándar if you want it I'm gonna be va va voom voom".

El día en que supe que te quería, mi calle estalló bajo el sol en una tormenta de flores amarillas.

Esos días en los que intentas recogerte el pelo con un palillo y éste, incapaz de soportarlo, se parte. Tengo al puto Satanás en la cabeza.

Y yo me acuerdo de Arthur Rimbaud, y me muerdo la lengua tan fuerte que me sabe a sangre la conciencia.

Dormir, dormir;/ los ojos pesan, pero aún así/ el alma en flor...!

Sabes que estás en Valencia cuando llega marzo y el 50% de la gente va en manga corta. El otro 50 va en chaquetón.

Hoy he caminado por la Calle Mayor y he visto los primeros botones de los naranjos. La primavera vuelve. Siempre vuelve.

Sobre los pastos de Uppsala, las nubes granate coronadas de rayos de sol como un Sagrado Corazón.

Las armas nucleares son calcetines en los calzoncillos de los gobiernos.

"Córrete para mí", dices, como si fuera un acto de sumisión o un tributo a rendirte. Y me corro entre carcajadas, porque nunca seré tan libre, de ti y de todo, como durante estos tres segundos de gloria.