El atardecer sangra desde las esquinas del tiempo.

A veces quisiera comprar una docena de rosas sólo para destrozarlas entre mis dientes.

No quiero/ que tu mundo y el mío/ sean tan distintos/ como dos planetas./ Quiero que sean el mismo./ Quiero estar cerca de ti,/ desconocido.

Pero ¿dónde iremos, errantes de nosotros? Pues Númenor se hundió bajo el mar, y Valyria ardió bajo la Maldición. ¿Adónde, adónde iremos, errantes de nosotros?

"No soy poeta"/ quisiera decir/ "no soy poeta, pero..."/ y poder contar por vez primera/ lo que hace la primavera con la tierra.

Y justo en ese momento al vecino de arriba se le cayó un vaso, y pude oír claramente el sonido de mi corazón rompiéndose.

El oolong viene con una sonrisa al fondo de cada sorbo.

Esta noche haremos el amor bailando.

Tanta cafeína que me vibra el sexo/ y me vibra el corazón.

No, no hay tal dicotomía. Sólo sois tú y tus malditas tijeras, imbécil.

El último beso como un caramelo afilado cortando la lengua. Azúcar y sangre.

Y ahora que floto en un fracaso transitorio veo que no quepo en tus palabras, y comprendo una vez más que no pertenezco.

Bésame hasta que no puedas besarme más. Y después, sigue.

El té es como besos en una taza.

Tu nombre me sube por el vientre como una llamarada.

¿Qué ocurre, pequeño inicuo? ¿Acaso mis palabras han lastimado tu misántropo corazoncito?